Hace un par de semanas rescatamos una perrita de apenas mes y medio.
Tenerla en casa me ha recordado mis primeros meses como mamá. Un cachorrito no deja de ser como un bebé, aunque sinceramente creo que ser mamá perruna requiere más tiempo y dedicación.
A un bebé lo puedes dejar en la cuna (como las de www.cuna.tienda), carrito o parquecito e ir a hacer tus necesidades sin miedo a que al salir te haya montado un desastre en una habitación de la casa, con suerte no será en todo el piso.
Eso me pasó la primera semana que en una rápida visita al baño, al salir en apenas ni cinco minutos, el cachorro había hecho caca y la había esparcido por todo el pasillo arrastrándola por el suelo con la caja que le había improvisado para dormir.
Las primeras noches intenté que durmiese en ella, en mi dormitorio, pero yo no pegaba ojo pendiente de sus movimientos. Aún y así se hizo pipí en la cortina, una de las alfombras de la cama, mordido la otra y saqueado calcetines y ropa interior de la silla donde dejamos la ropa.
Al final acabé sopesando la idea de colechar con ella como hacía con mi hijo hace más de una década. cosa que acabé haciendo recordándome aquellos maravillosos momentos y disfrutando de los beneficios del colecho también en el mundo animal.
No deja de ser un bebé necesitado de su mamá, es muy chiquita aún y necesita el contacto y protección de igual manera que nuestros bebés necesitan los de su mami.
Ahora ambas descansamos mejor y con más seguridad, ella ya no se despierta cada dos horas para liar un estropicio, ni llora de noche. Y yo no estoy en alerta, noto sus movimientos y sé cuando necesita ir a orinar o hacer un pequeño tentempié de madrugada.
Todavía es muy pequeña para salir a la calle, ya que no tiene edad todavía para ponerse las vacunas. Pero ya hemos hecho algún viaje en coche, montándole una especie de cuna con un protector de asiento finito y plegable que apenas ocupa espacio y guardo en un bolsillo del maletero. Se queda dormida casi al instante (no sin quejarse un poco al principio al verse sola en el asiento trasero) y se pasa todo el trayecto dormida, tranquila y segura.
No voy a negar que me tiene muy estresada ya que no doy abasto durante el día.
Hace los pipis cuando quiere en el empapador y cuando le da lo hace por el pasillo (o peor aún ¡en la alfombra!) y mientras intento recogerlos se va corriendo a morder la ropa que tengo por doblar, o se hace una cacota y se la intenta comer. Que voy corriendo a impedírselo y mientras lo intento ella sale corriendo pisoteando el pis, llevándose por delante cualquier cosa que se le cruce por el camino. Me recuerda al demonio de Tasmania, parece que hayan seis perros en vez de uno de lo rápido que se mueve y aparece por un lado o por el otro.
La gente suele comparar los cachorros de perro con los bebés humanos y sí es cierto que a la hora de dormir son igual de vulnerables y necesitados, pero mientras están despiertos no hay color. Tener un cachorro es una locura, necesitan mucho más tiempo de atención continua que un bebé que no camina. No deberían ser caprichos ni regalos de cumpleaños o Navidad (muy a tener en cuenta ahora que están tan próximas las fiestas), ya que como un hijo debe ser algo meditado que requiere de tus cuidados y atención.
No es el primer cachorro con el que vivo. Pero esta pequeña loca me tiene sobrepasada y eso que sabía donde me metía. Hay que meditar muy bien la responsabilidad y tiempo que requiere adoptar un cachorro.
Es un terremoto que me tiene más exhausta que mi propio hijo en toda su etapa de recién nacido, bebé e infante (incluso ahora de adolescente, que no sé si está es la peor de las etapas de criar y ser madre jajaja). Pero el amor incondicional que me brinda siendo tan chiquita bien valen los nervios y ansiedad que me hace pasar cuando no doy abasto recogiendo sus estropicios.
Y recuerda: ADOPTA, NO COMPRES